El niño naranjo, sus expresiones anales.
Ya de pequeño el niño naranjo hablaba de una trinidad anal: uno, dos, tres pedos... Ya nos han enseñado los más pensantes que la trinidad, como la religión, es signo de perfección: la dialéctica hegeliana se mueve de a tres, los matrimonios rurales –nos comenta Leonidas- incluyen a la clásica y tradicional pareja urbana una oveja, los números cómicos grotescos santafesinos, tres, y así... Pero volvamos a la trinidad anal. El niño naranjo nos explica: si, ponele –el niño naranjo siempre dice ponele o yo digo, no sé ahora- son las fiestas de-fin-de-año y como pan dulce, me tiro un pedito, y al rato otro, y al rato el mejor, dialéctica de la flatulencia, pedo mejorado, pedagogía del pedo que sabe cómo y cuándo ejercer esa presión gaseosa y salir al mundo como la Trinidad lo trajo al mundo, pedo aprendido de los dos anteriores, pedo erudito. Fin de la explicación.
Cosa loca esta, que ya es harto conocida, la de estar en compañía de fifices y sentir la venida del primero, amarga retención, negación suprema del acto anal por excelencia, la expresión del pensamiento corporal, dádiva de los dioses. Pero esa retención/negación hace que el pedo en puerta quede, aviso de sorongo, y se va el segundo, atolondramiento escatológico, hilito de agüita salada en la frente, colores varios para la cara, y para colmo el vivo sentimiento de saber que falta uno, el mejor, el más aprendido, y zaf! Y bueno, estas cosas pasan. Y hablando de vecinos, pienso no, para establecer algo más concreto, proyecto literario de interpelación mutua, asociación, en fin, qué dirán los vecinos cuando se enteren. Gusta mantequilla, niño naranjo: ponele. No, era él nomás.
(N.)
3 comentarios:
Pior que todo, pior que nada, que un texto genere nada.
naaaaaa no cheeee
de última, a mi test, que era puramente fidedigno, nadie oso poner un dedo
capaz que se quedaron pensando con el cuerpo nomás y de tanto flashear se quedaron mudos.
vos qué decís?
Que el texto no genera ni bronca.
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